Descripción
Tras la muerte de Carlos XII en 1718, Suecia pasó por un período de inestabilidad política y luchas internas por el poder. Esto llevó a la promulgación de la Ley de Sucesión de 1719, que estableció un nuevo sistema de gobierno y limitó el poder de la monarquía.
Durante el reinado de Federico I (1720-1751), Suecia se centró en la reconstrucción después de las guerras y el restablecimiento de su economía. Se implementaron reformas administrativas y económicas para promover el comercio y la industria.
En 1772, se produjo un golpe de Estado conocido como el Golpe de los Sombreros en el que el rey Gustavo III asumió el poder. Gustavo III implementó reformas políticas y sociales, promovió la cultura y las artes, y buscó fortalecer el poder de la monarquía.
En 1789, estalló la Revolución Francesa, lo que llevó a tensiones políticas y sociales en Europa. Suecia se vio afectada por estas influencias y hubo debates sobre la adopción de reformas liberales y constitucionales en el país.
En 1809, Suecia sufrió una derrota militar ante Rusia en la Guerra Finlandesa y perdió el control de Finlandia. Este evento llevó a la abdicación del rey Gustavo IV Adolfo y al establecimiento de una nueva forma de gobierno con la adopción de una constitución en 1809.
A lo largo del siglo XIX, Suecia experimentó un período de desarrollo económico y social. Se llevaron a cabo reformas en áreas como la educación, la salud y los derechos laborales. Además, se fomentó la industrialización y Suecia se convirtió en un importante productor de hierro y acero.
A principios del siglo XX, Suecia se mantuvo neutral durante las dos guerras mundiales, aunque tuvo que enfrentar desafíos económicos y de suministro durante esos períodos. Después de la Segunda Guerra Mundial, Suecia se embarcó en un período de desarrollo económico y bienestar social conocido como el modelo sueco, que se caracterizó por un alto nivel de bienestar y una economía mixta.
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