Descripción
Tras la independencia de Suecia de la Unión Kalmar, Dinamarca seguirá intentando sin éxito someter al país vecino, pero los destinos de ambos países habrán quedado separados. En la guerra del Kalmar de 1611-1613, Dinamarca no consigue que Suecia se vuelva a unir, pero obtiene una compensación económica que sirvió para fundar algunas ciudades como Gluckstadt que intentaría rivalizar con Hamburgo. También se estableció una compañía de indias danesas para competir con holandeses y británicos, pero no pudo más que establecer una pequeña factoría en Tranquebar.
En la guerra de los treinta años, Dinamarca quiso jugar un papel importante, pero el ejército católico de Wallenstein invadió Jutlandia, obligando a los daneses a abandonar el conflicto. Al mismo tiempo, el poderío sueco del Gustavo Adolfo invadiendo gran parte de Alemania, dejo claro que el poderío militar danés estaba en descenso, mientras el sueco lo estaba en ascenso. En 1645 Dinamarca tuvo que ceder por el tratado de Bromsebro sus posesiones en el sur de Escandinavia y Estonia a los suecos así como varias provincias de Noruega. En 1657, Federico III inicia de nuevo las hostilidades intentando recuperar terreno, contra una Suecia envuelta en la gran guerra del norte, siendo derrotada. Pero en 1660, muere el Rey sueco sin haber conseguido conquistar Copenhage, con un Federico involucrado muy personalmente en la defensa, lo que le hizo ganar popularidad. Basado en esa popularidad, Federico III logró eliminar la monarquía electiva convirtiéndose en un monarca absoluto, lo que se prolongaría hasta 1848.
A finales del s.XVIII Dinamarca prosperó de forma muy marcada gracias a su neutralidad y al comercio con ambos bandos de todos los conflictos. Este comercio continuado con Francia durante las guerras napoleónicas fue considerado hostil por los británicos, que atacaron Copenhage e interrumpieron el comercio con Noruega. Esto resulto desastroso produciendose una bancarrota en 1813, llevando a la disolución de la unión en 1814 por el tratado de Kiel. Sin embargo, Dinamarca mantuvo las Islas Feroe, Islandia y Groenlandia que habían sido gestionadas hasta entonces por Noruega. Dinamarca también mantuvo las colonias americanas (hasta 1917), de la costa de oro (hasta 1850), y de la India (hasta 1869).
En 1848, Dinamarca vivió las revoluciones liberales, pasando de forma pacífica a convertirse en una monarquía constitucional al año siguiente.
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